Condenados al destino.

Los iconólatras (los que adoraban las imágenes)
eran gente muy sutil que pretendía representar a Dios para mayor gloria suya, pero
que en realidad, al simular a Dios en las imágenes, disimulaban con ello el problema
de su existencia. Cada imagen era un pretexto para no plantear el problema de la existencia de Dios. Detrás de cada imagen, de hecho, Dios había desaparecido, es decir,el problema de su existencia ya no se planteaba. Este problema queda resuelto por la simulación. Pero podría pensarse que esta también es la estrategia de Dios mismo, la de desaparecer, y desaparecer justamente detrás de las imágenes. Dios aprovecha las imágenes para desaparecer, obedeciendo también a la pulsión de no dejar rastros, y así queda realizada la profecía: vivimos en un mundo de simulación, en un mundo en el que la más alta función del signo es hacer que desaparezca la realidad y a la vez esconder esta desaparición.Eso es lo único que hace hoy el arte y lo único que hacen los medios de comunicación: por ello están condenados a un mismo destino.

Una cita que leí hoy de una conferencia de Jean Baudrillard llamada La ilusión y la desilusión estéticas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Seres malignos.