
Tengo recuerdos acumulados como un costal lleno de zapatos viejos. Estamos en los últimos días del año y no he hecho ninguna lista como muchos lo hacen, ninguna lista de libros, discos, canciones del 2010.
Pero tengo una lista de recuerdos, la misma lista que olvidé.
La que no voy a apuntar.
El libro de la memoria que se queda conmigo. El que no comparto ni quiero decir. Yo misma he tratado de clasificar los recuadros que veo diferente. Lo daltónica que soy.
Los años acumulados en mi mente.
Las coincidencias también las lecturas. "La invención de la soledad" de Paul Auster, justo cuando tengo en frente de mí, la noticia de la muerte de un padre. Un montón de lágrimas. Un montón de miedo imaginándome. Y las lecturas coinciden.
Después el libro de la memoria con sus recuerdos de infancia. Todos. Y los míos. Todos.
Tengo una lista que hacer con mis recuerdos de infancia. Con los sueños de la niña que fui. Porque así permanece la vida.
Me gusta que mis amigos me digan sus recuerdos de infancia, cada quien descubre el mundo de forma distinta.
Me voy a inventar más recuerdos que nadie y luego recordaré que todo esto que escribí yo lo inventé y me da risa y asco a la vez.
Este año almacenaré mis recuerdos, los tendré bien guardados. Las circunstancias chuecas fueron varias. Mi mente disparada. Mi mente retorcida y todas las malas decisiones. Mi mente retorcida y todas las buenas decisiones.
Todo lo que pude decir y lo que dije.
Todo está apuntado con tinta invisible. Con la misma tinta que comen los fantasmas.
Digo sin decir nada.