Mi papá dice que todavía no conozco a la gente.



La sociedad mexica actual vive un proceso de transición, un cambio que no tiene una dirección clara pero que sin embargo, permanece en el camino, no podemos negar una evolución en México, sólo que el tiempo en que se lleva a cabo es lento, por lo mismo, poco esperanzador. Una atmósfera de violencia y pobreza ha invadido al país. También una desilusión y un decaimiento colectivo han ocasionado que la sociedad se encuentre en un evolucionado estancamiento. Las estadísticas, los análisis políticos y la crítica social vienen apuntando desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, los mismos argumentos: “México padece una crisis que agrava día con día”. Esa crisis proviene de que las metas de la revolución se han agotado tanto, que la misma palabra “Revolución” ha perdido totalmente su sentido.
La Revolución mexicana fue el preámbulo para detonar un “cambio” en la sociedad. Ese cambio en un principio dinámico y funcional se ha convertido ahora en un “cambio” detenido que forma un conjunto de personas desilusionadas y desinteresadas con la situación que los rodea.
Existe entonces un desencantamiento con la situación decadente en la que vive el país actualmente. La sociedad mexicana está enmarcada en una indiferencia que no se identifica con la ausencia de motivación sino con la escasez de motivación. La causa de este desencanto proviene entre otras cosas de la poca eficacia de la diligencia política, del aumento de la corrupción, del trágico estado del sistema educativo, de la pobreza extrema y la violencia urbana.
La palabra “crisis” en México ha dejado de ser una sorpresa, estamos acostumbrados a escuchar esa palabra tantas veces en la parada del camión que ya ni siquiera le tememos. El estado de perpetua “crisis” tiene puntos claves en el transcurso de la historia. Las más recientes “crisis” en México comienzan, según Miguel Básañez en su libro El pulso de los sexenios: 20 años de crisis en México, en primer lugar con la matanza de Tlatelolco el dos de Octubre de 1968, después con la devaluación del 31 de agosto de 1976 por el enfrentamiento del gobierno echeverrista ante los empresarios, con la nacionalización bancaria del primero de septiembre de 1982 a causa de los excesos derivados del auge petrolero y el adeudamiento externo y con el desplome de la bolsa mexicana de valores en octubre de 1987. La causa de todas estas crisis se remonta desde años atrás ya que según Heriberto Yépez: “ El fraude ocurrido en 1929 para evitar que José Vasconcelos llegara a la presidencia, representó el surgimiento del PRI y del México que hoy conocemos.”
Una fecha clave para el desarrollo de la sociedad actual en México es sin duda Octubre de 1968 ya que se desataron protestas de una clase media que se enfrentaba a la autoridad del sistema político y ponían a prueba el sistema económico del país. Este suceso que ahora recordamos como “La matanza del 68”, constituye un punto en el que la ideología de los mexicanos se presenta como una ideología que no está en su totalidad perdida, ya que como lo apunta Monsivais: “1968 es también la primera resistencia masiva a la arbitrariedad policial y gubernamental que la capital conoce en varias décadas, la evidencia multitudinaria de expresiones como “expresión popular”, “resistencia civil” o “aparato represivo”, la sucesión de actos o imágenes que definen dan el tono y el sentido de un momento histórico y la capacidad de grupos conjuntos para la grandeza o, incluso, para la dignidad.”
En Octubre de 1968 hubo protesta pero la respuesta fue una matanza, el levantamiento y la fuerza de una parte importante de la sociedad mexicana fue derrocada a través de la violencia, la represión y la deshonestidad. Este suceso no quedó resuelto ya que la retórica de los dirigentes políticos de aquella época ayudó a “aliviar” el problema hablando con una sociedad desinformada, la censura estuvo presente y no se otorgó la información adecuada a los ciudadanos, hubo una aguda manipulación de los medios de comunicación masiva. El movimiento del 68 desarrolla dos vertientes: la de un país capaz de tomar protesta y manifestarse atacando las injusticias y por otro lado, la de un país represivo y violento en el que no cabe ningún cambio dirigido al progreso. El año de 1968 también representa para México una interrogante hacia lo patriótico y los falsos discursos nacionalistas. El movimiento estudiantil es la base de una reflexión en la que la violencia funge como única respuesta cuando surge o resurge la inconformidad y es manifestada. Los asesinatos cometidos, los daños y agravios a los estudiantes y a las personas participantes son el punto de partida de una sociedad desilusionada que parece que deja en olvido los sucesos sangrientos para concentrarse en la ardua tarea de sobrevivir en un país en ruinas. El movimiento del 68 vislumbra a una sociedad lista para reclamar justicia y siendo atendida con un crimen político que ha pasado a la historia.
Después de la matanza del 68 se desatan sucesos que desarrollarán las posteriores crisis del país. Con el fin de no causar más movimientos sociales entre los jóvenes, el presidente Luis Echeverría, incrementó el empleo y disminuyó el gasto público, lo cual despertó la desconfianza de los empresarios que culminó en la crisis de 1976. Después el presidente López Portillo tuvo la idea de planear grandes proyectos con los empresarios financiados con una gran deuda externa hasta llegar a la crisis de 1982. Miguel de la Madrid quiso pagar esa deuda y se detuvo el crecimiento de la economía y el empleo por seis años generando así la crisis del 87.
Todas estas crisis (sólo por mencionar algunas y ejemplificar) desataron una ola gigante de pobreza que aún persiste y sigue creciendo en el país. Estos sucesos, representan ahora una sociedad que se desliga totalmente de “lo mexicano”, ya no hay lugar para los discursos que hablan acerca de la psicología del mexicano ni su forma de ver el mundo o de la forma en la que son vistos por el mundo. Ya no hay lugar para el discurso del “pelado” o la “malinche” ni para la picardía del lenguaje del mexicano y tampoco hay lugar para describir lo poco puntual que es, ni el hecho de que todo lo deja para mañana. Las reflexiones en torno a “lo mexicano” no dan paso a una concientización de los sucesos actuales: la sociedad está desesperanzada en medio de una explosión de violencia extrema.
Roger Bartra, apunta en su libro La jaula de la melancolía que “cuando los intelectuales mexicanos describen su carácter nacional, casi, inevitablemente se consideran a sí mismos como una nación de mentirosos, de destructores buscadores de poderes, de mujeres sufridas resentidas y de hombres de presa”. No sólo el discurso del “intelectual” en cuanto a México es desalentador y fatalista sino también lo es el de la gente común que se encuentra en la calle, en su trabajo o en la escuela sabiendo de ante mano que la economía del país no se desarrolla eficazmente al ver que el dinero disminuye de sus bolsillos pero nunca aumenta.
La mayoría de los estudiosos de lo mexicano se centran en presentarnos al habitante de este país como un individuo que desprecia la vida, tiene sentimientos de inferioridad, es perezoso, resentido y evasivo. Sin embargo, esta descripción del “mexicano” está bastante gastada y habrá que reformularla para probar su autenticidad. Si la sociedad mexicana actual está en un estado de conflicto no es en principio porque el carácter resentido y mediocre del mexicano esté imperando sino porque hay un descompromiso social, un descompromiso comunitario que da pie a una indiferencia que se transforma en la resignación y da paso a la evolución lenta que avanza sin un camino certero que seguir. En la actualidad no hay espacio para las burlas constantes del estado en el que se encuentra el país, ni para las caricaturas y las exageraciones que nos muestran la forma de vida en México, estamos ante un invento, el invento de que los mexicanos se ríen de la miseria, la violencia y la pobreza a la que están acostumbrados. Y ese invento no tiene utilidad cuando se inmiscuye en una realidad vulnerable y susceptible: “la forma de ser que tenemos ya no funciona, produce sociedades violentas, miseria económica y miseria espiritual. Si estamos jugando a ser un personaje que no funciona debemos de ver cómo es ese personaje que no funciona y cómo lo podemos modificar.” La caricatura del mexicano no tiene sentido cuando hablamos de las crisis sociales a las que se ha tenido que enfrentar y a las que se sigue enfrentando.
Las malas decisiones en cuestiones de política económica han hecho que la “riqueza” en México esté mal distribuida, existe una minoría de gente demasiado adinerada mientras que abunda la gente que vive en extrema pobreza. Esta pobreza ha generado que la sociedad mexicana actual esté enmarcada en un pesimismo que se desarrolla a través de los conflictos políticos, económicos y sociales en los que se encuentra el país a causa de la corrupción y la falta de honestidad. Otro de los factores que genera una atmósfera pesimista en la actualidad es la “irracionalidad de la racionalidad”, tanta racionalidad, tantos cálculos, hacen que lo humano pierda sentido. La globalización rompe con las fronteras de lo nacional, estamos inmersos en un mundo de consumo e inmediatez: “el valor del individuo, la atomización de los intereses, la proliferación de masiva de alternativas de consumo y la legitimación del hedonismo narcisista son factores para la frustración cotidiana y el pesimismo social”. En estas alternativas de consumo existe un país en desarrollo que no logra estabilizar su economía y que aún así hace el intento por tener algo que no puede pero que anhela: la posibilidad de consumir sin que esa acción sea la causa de una crisis posterior.
En cuestiones de pobreza el país no se ha recuperado, después de las crisis antes mencionadas se han presentado otras. Existe una gran diferenciación económica y social. Hay varias hipótesis en las cuales se trata de explicar el por qué del detenimiento del desarrollo económico. Una de ellas es la que afirma que con la liberación comercial comenzada a mediados de los años ochentas se activa el tratado de libre comercio y con la reforma agraria de 1991 se presenta una reforma estructural que afectará en gran medida en la economía de la sociedad mexicana. El sureste del país es una de las zonas más afectadas en cuanto a pobreza se refiere, Oaxaca, Chiapas y Guerrero representan a los estados con más altos índices de pobreza extrema. Cabe destacar que es en esos estados donde se han desatado movimientos sociales y políticos que han desencadenado varias reflexiones y polémica en el país, como el levantamiento armado por el ejército zapatista en el año de 1994 y también el surgimiento del Ejercito Popular Revolucionario, otro movimiento guerrillero que se desató en la década de los noventas.
Es de total evidencia que la distribución del ingreso y del consumo está en desigualdad. Es por eso que la pobreza extrema y la pobreza moderada van en aumento y los estudios y análisis de los economistas y sociólogos apuntan a que: “la pobreza extrema no se pueda erradicar en muchos años”.
La pobreza es uno de los conflictos más importantes y es un asunto que ha detenido considerablemente el progreso del país. Sin embargo, hay otro conflicto que ha ido en aumento y que ha desatado el miedo y el terror de la sociedad: la violencia extrema.
México es un país expuesto a grandes índices de violencia: secuestros, balaceras, mutilaciones, raptos, asesinatos, narcotráfico, etc. Según Eugenio Arriaga en su artículo Directo al fracaso estamos en el top diez de los países más violentos y criminalizados del mundo, de acuerdo con estudios que ponen a México como uno de los países más peligrosos para dedicarse al periodismo o la religión. Actualmente el grado de violencia en el que vive el país es demasiado alto, los conflictos políticos, la falta de educación, la pobreza, la falta de empleo, etc., son circunstancias que generan una respuesta muy poco favorable por parte de la ciudadanía. Detrás de todo esto hay una lucha en la que la victoria representa la sobrevivencia. Algunos países de Latinoamérica viven situaciones parecidas a la de México. Países como El Salvador, Guatemala, Colombia, etc., son también lugares que en los que se centra la violencia y la pobreza. Países en “subdesarrollo” que han tenido que enfrentar una economía bastante precaria, la cual los ha llevado a subsistir en una atmósfera con muy poca calida de vida.
La delincuencia ha representado para México una situación que ha impedido en gran medida la evolución o el “cambio” progresista que nos llevaría a mejores resultados en la economía, la política y la sociedad. En un país en el que las oportunidades de empleo son escasas y que además en cuestiones de educación se ubica como uno de los países que ocupa la posición 127 en calidad de educación en Matemáticas y Ciencia a sólo siete lugares del último lugar, queda buscar un atajo que los lleve a incrementar los ingresos ya no importa de qué manera se llegue a ese incremento, parece que la ilegalidad en estos tiempos también es una estrategia válida.
Hay varios casos que nos han llevado a reflexionar en torno a la violencia tan voraz que se ha situado en el país, recientemente: la “lucha contra el narcotráfico”. A causa de esta situación han ocurrido continuas balaceras y matanzas que han hecho que personas no involucradas en el “negocio” sean también victimas de la violencia y el terror. El narcotraficante juega dos papeles en la sociedad, por un lado se nos presenta como el hombre despiadado que con tal de conseguir grandes sumas de dinero exporta y produce las drogas sin importarle cuántas personas inocentes mueran en el intento. Y por otro lado la figura del narcotraficante es también la del personaje que roba a los ricos para darles a los pobres. Son varios los casos en los que el narcotraficante ha sido representado como un héroe. Ese personaje que sale de la miseria para después tener abundancia de dinero y con ello darle a su pueblo lo que nadie ha podido darle: “cuando el macho mexicano se había vuelto ridículo, pasado de moda, inverosímil, patético, el narco lo revitalizó haceindo que el macho volviese a tener dinero, respeto, prestigio y poder”.
Estamos entonces ante una discordancia en la que en el país es más reconocido un narcotraficante que un científico, por ejemplo. La sociedad mexicana está en una situación en la que la violencia es un asunto de todos los días. Al escuchar las noticias o al leer los periódicos y observar una matanza en un estado, una balacera en otro y mucha gente muerta a causa de la delincuencia urbana es como si se nos dijeran que el cielo estará despejado los siguientes días. La violencia es una noticia tan común que poco a poco la sociedad mexicana se ha ido acostumbrando a vivir y algunas veces lidiar con ella.
Tal parece que la herencia que nos ha dejado la revolución se basa en dictaduras, presidencialismo y neocaciquismo empresariales.
La realidad social en México está sostenida en los pilares de la violencia y la pobreza. Hablamos de una realidad social y específicamente de la realidad social en México porque cuando se habla de un espacio social significa que “no se puede juntar a cualquiera con cualquiera, ignorando las diferencias fundamentales, en particular las económicas y culturales; pero no significa excluir la posibilidad de organizar a los agentes según otros principios de división: éticos, nacionales, etc.” Hay rasgos en común que comparten los mexicanos sobre todo las circunstancias políticas y sociales del país van a definir las diversas posturas que tienen los mexicanos en cuanto a su estado actual de vida.
La realidad según Jean Baudrillard está producida y reproducida por la simulación y no es un sí más que un modelo de simulación. El mundo es una ilusión radical ya que el mundo tal cual es se oculta perpetuamente a la investigación del sentido, provocando la actual catástrofe del aparato de producción del mundo real. Baudrillard otorga al simulacro la función de asesinar a la realidad y con ello cometer “el crimen perfecto”. Es el simulacro lo que asegura la continuidad de lo real.