El espía que todos somos



Comencé a interesarme por la figura del espía apenas hace unos meses, antes no me importaba saber acerca de conspiraciones, traiciones, engaños y secretos. Lo que ahora llama mi atención es precisamente lo oculto, lo que nunca se ha descubierto: a un buen espía nunca lo conoceremos. Un buen espía muere en el anonimato. 
No sé mucho del tema, poco a poco he leído notas de revistas y periódicos, sobre todo en internet. Cuando googleas las palabras “espionaje” o “espías” aparecen un sin número de páginas, pero si nos enfocamos en el espionaje del siglo XX, países como Estados Unidos, Francia, Alemania, la antes Unión Soviética ahora Rusia y Cuba, son mencionados una y otra vez, a causa de razones históricas en las que no profundizaré. 
La historia del espionaje del siglo XX, además de revoluciones y otros sucesos, se construye a partir de las dos guerras mundiales y la guerra fría. Enfrentamientos políticos que desataron catástrofes y también fueron la base para el desarrollo de diversos espías. Muchos de ellos, actuaban luchando por sus convicciones e ideologías, otros espiaban impulsados por el poder y el dinero y algunos más seguramente eran forzados, por lo que no les quedaba otro remedio que llevar y traer recados. 
El juego del espionaje consiste en engañar. Un espía es definido por el diccionario de la Real Academia Española como una “persona que con disimulo y secreto observa o escucha lo que pasa, para comunicarlo a quien tiene interés en saberlo”. El segundo significado de la palabra “espía” dicta de esta manera: “persona al servicio de una potencia extranjera para averiguar informaciones secretas, generalmente de carácter militar”. 
Además de los espías comunes existe el término de “agente doble”, el cual, intenta conseguir, simultáneamente, información secreta de dos potencias rivales. 
En el pasado, el trabajo de un espía consistía en pasar desapercibido, ser una persona gris en medio de otras llenas de colores; además de robar cartas, infiltrarse en sitios ocultos, estar atento para escuchar conversaciones clandestinas, interceptar llamadas telefónicas, etcétera. 
Seguro que hoy en día existen espías por todo el mundo, tratando de descubrir los secretos más atroces de nación en nación (seguro aquí tienen que ver las armas, químicas y biológicas), ya que el mundo está regido por el poder y el dinero, aunque esto nos cause cierta frustración y no nos guste. 

Puede ser que nuestro planeta esté rodeado de satélites que nos vigilan mientras hacemos actividades cotidianas. Tenemos en cuenta que las personas más buscadas pueden ser las menos esperadas, los personajes menos probables. Dejemos pues, que la paranoia nos invada, la vida también se trata de inventarnos historias, de escribir ficciones de acción e intriga a nuestro alrededor. 
¿Realmente estamos seguros que nuestro vecino, con su cara inexpresiva, que sale todos los días de su casa con corbata en mano y un termo de café para llevar a sus dos pelirrojos hijos a la escuela, no tiene una doble vida?
Llega a una oficina de gobierno, saluda a todos los empleados y a su secretaria con amabilidad, se sienta en su escritorio y enciende un software de monitoreo de cada uno de los movimientos de los líderes de grandes potencias para después entregar información sobre la fabricación de nuevas armas y desarrollos tecnológicos con la finalidad de obtener la manipulación absoluta de los ciudadanos del mundo -incluso mediante la psíquica-, pretende llegar a dominar sus pensamientos. 
Bueno, ciertamente exagero con el comentario del vecino, pero en nuestro día a día, con toda la información que recibimos de forma tan acelerada y poco meditada, encontramos varias noticias sobre espionaje que muchas veces pasamos por desapercibidas o lejanas. Pero que están cada vez más cerca, la práctica del espionaje está en todos nosotros. 
Me refiero a nuestro entorno cotidiano, ahí en ese pequeño pedazo de territorio que parece no importarle a nadie, habita un espía. Éstos existen en todos los lugares, los hay desde los pertenecientes a inteligencias nacionales que toman información poderosa: asuntos que quizá nunca lleguemos a saber y que son de impacto mundial. 
Asimismo se encuentran los otros, los que espían en medianos sectores: gobiernos locales, empresas privadas que vigilan a la competencia, instituciones públicas que se disputan puestos políticos, por mencionar algunos. 
A un nivel pequeño también existen espías, están entre nosotros los seres mundanos y “normales”, que  queremos llevar un perfil bajo para nunca ser molestados, que llevamos una vida en la que tratamos de sobrevivir.
Los espías del pequeño sector tratan de conseguir información para acabar con los desayunos en la oficina. Son los que impiden expresar pensamientos contrarios a lo establecido, son los que parecen ser tus amigos, los que se esconden a través de diferentes máscaras, los que se ríen de tu chiste y por dentro piensan en la manera de eliminarte. Seamos paranoicos, el compañero que te brinda una taza de café todas las mañanas, puede estar planeando envenenarte.  
Los espías son seres camaleónicos que cambian de cara y de aspecto en un parpadeo, son las personas más invisibles y visibles al mismo tiempo. Quizá todos lo hemos sido alguna vez, quizá lo somos pero nadie nos ha descubierto. 
¿Cómo realiza su misión un espía contemporáneo?, ¿observa disimuladamente?, ¿continúa robando cartas?, ¿entrena perros para detectar anomalías?, ¿se disfraza y borra sus huellas dactilares?, ¿opera su rostro y no tiene una personalidad definida?, ¿usa pelucas? Todas estas preguntas se pueden responder de forma afirmativa, aunque sabemos también que ahora, el espionaje se realiza muchas veces desde un cómodo asiento con una computadora frente a los ojos. Prueba de ello, son los “hackers” o “piratas informáticos”, que no necesitan tanta indumentaria para esconderse de los enemigos. 
Los espías del pasado seguro que se aburrirían al observar a un espía actual, con una joroba que se va  acrecentado al pasar de los días y con dedos llenos de comida que pisan un teclado que ya casi está cobrando vida a causa del moho.
Facebook, el espacio virtual en el que pasamos el tiempo necesario para que nuestro cerebro comience a desintegrarse poco a poco, es también un ejemplo de que el espionaje en la actualidad puede ser una tarea fácil. Esta plataforma, aparentemente inofensiva, nos va incitando a otorgar información de nuestra vida. Facebook está plagado de expresiones e inclinaciones políticas y sociales que pueden no importarle a la mayoría, pero que seguro están destinadas para crear una red universal de datos que desatará a una generación de nuevos espías, “autoespías”, agentes zombies creados por la tumba de la KGB, dispuestos a ejecutar cualquier orden. 

En este juego de espejos que es el espionaje, nadie está exento, quienes engañan e intrigan en cualquier momento se pueden convertir en víctimas. Seguiré buscando información sobre espías, sobre los que fracasaron en su labor aunque hayan pasado a la historia como personajes heroicos, puesto que como lo dije al principio: un buen espía muera en el anonimato. El espía que todos somos está escondido en el sitio más recóndito de nuestro cuerpo, jamás visto ni por el microscopio más avanzado y tecnológico.