Papiroflexia



Hice un barco con papel, 
como me enseñaron en la infancia. 

Lo guardé en mi cartera, lugar en el que conservo mis amuletos. 
En mi andar, olvidé que caminaba con ellos. 

Objetos de la suerte, de lo que buscamos, encontramos y perdemos.
Nuestros apropiaciones son significados ocultos. 

Palabras de niños, juegos insípidos, 
bromas encerradas en una habitación en la que vimos el cielo desde la ventana.

Ingenuidad sin tragedia, insensatos afuera: juntos.
En un racimo vamos todos, nuestros locos caminan a la par, se lanzan uno a uno.

¿Por la ventana de las añoranzas? 
¿Por el camino de los cuerpos que se perdieron en los cerros?
Nos aventamos al océano desde aquel barco de papel.



Rojos son los caminos



Foto: Manuel Álvarez Bravo


Se confirma que se usaron armas ilegales,
se confirman incendios de huesos y masacres
se confirma la ineptitud de los detectives desalmados. 

Se confirma el llanto, la rabia y los huecos.
Todo eso se confirma en los encabezados de miles de periódicos. 
Dejemos de reproducirnos y engendrar alimañas. 

Se confirma que un puño de sueños fueron quebrantados
ante armas ilegales que apuntaron a sus manos, a su frente y a su boca.
Que apuntaron a las almas de sus ascendientes y descendientes.
Apuntaron con las armas ilegales a los dientes que conforman las sonrisas.

El predicador dice que todo esto se olvida, que las matanzas solo han sido una prueba de la ineficiencia de la memoria.

La sangre impregnada en las carreteras ha ido forjando rojos caminos
por los que cruza el dinero, también la manipulación y el poder 
de cientos de ojos que solo ven valor en los papeles y en las procesadas cortezas de los árboles.

Se confirma que el mundo ha sido construido de acero, de proyectiles.
Se confirma que el mundo, que México tiene pilares de huesos.
Se confirma que las plantas de su campo se alimentan con carne humana. 
Se confirma que los lobos lamen la piel desprendida. 

Alimentémos a las alimañas con billetes y cadáveres, 
pero antes vamos todos a arrancarles el pecho, las vísceras y las entrañas.

Llenemos sus repugnantes cuerpos con monedas hasta que se encarroñen. 

Dejemos de engendrar alimañas.


Tom y el gallo


Compré una botella de whisky del que tú me recomendaste,
me la tomé en cinco tragos y medio. Los conté.

Quise hablar así de ronco y raspado como Tom Waits, tu cantante favorito.
Quise cantar Rain Dogs y aullar como él.
Pero mis amigos no me dejaron subir a la barra del bar,
se los agradecí cuando pude.

Nunca había tomado una botella en cinco tragos, escribí el acto en mi libreta de hazañas.

En total he plasmado cinco y medio renglones.

Quiero un sombrero como Tom para llevarlo en mi bolsa por si hace falta,
quiero su potente voz de murciélago.

La botella quedó vacía, 
la encontré en la mesa junto con una vaso lleno de agua,
me invitaste a beberlo pero no soportaba ver otra cosa vacía. 
Dime si tú alguna vez pudiste con un cascada de whisky, 
dime si alguna vez quisiste cambiar de voz y de sombrero.

Compré una botella de whisky y no me devolvieron el cambio, 
qué importa pensé, después de esto mi venas producirán mi propio licor.

Cuando navegué por el río de whisky, escuché a un gallo cantar por la noche, 
se habrá confundido -me dije-, aún no amanece, aún no hay luces tenues en nuestro techo, 
que es de todos, que algunas veces es solo mío. 

El gallo me envió la señal: deseaba dejar volar a los peces del río,
crustáceos embriagados saltaron del agua hasta llegar a la tierra. 
El gallo no me advirtió que morirían. 
Colores celestes, azul del cielo que es nuestro techo, que algunas veces es solo mío.




Nadar en este río, en este invento alcohólico, 
sumergir la cabeza para atraparme en una botella. 

Voz grave en mis oídos, 

iba salpicando el vino como un perro de lluvia. 

Bolas de fuego

Foto: Enrique Metinides


Un meteroro cayó 
dentro de la casa de mi abuela.

Destruyó sus macetas, las plantas 
se quemaron.

En su cocina explotaron las ollas de barro, 
aparecieron grietas en el suelo. 

Las fotos de sus nietos, 
quedaron en cenizas. 

Su boca estuvo abierta 
al ver todo el desastre.

Bolas de fuego reinaron en sus 
rebozos de colores. 

El ladrillo se desplomó, 
ella dio su declaración al noticiero nocturno. 

Todo se esfumó -dijo- menos mi 
largo cabello blanco. 

Dormimos en la casa de madera

Man Ray


Cortar cabezas era la opción
que no tomamos, pues en nuestras mochilas 
no había ni una navaja ni un cuchillo. 

Lo que vimos en el suelo fue una espada
sin filo. La abandonamos. 

Sin embargo, 
las cabezas rodaron y llegaron a nuestros pies.
No sabíamos a quiénes pertenecían, 
¿cuáles cuerpos de todos los que habíamos visto,
se las habían desprendido? 

Porque, como ya sabemos, tenemos dos manos
con las que podemos arrancar nuestro cabello y 
cráneo. 

Nos dijeron que podíamos cortar cabezas con 
el hacha que estaba al lado de la chimenea.
Contestamos que no sabíamos acabar con la sangre.
Dormimos en esa casa de madera. 

Cuando despertamos, las cabezas rodaron de nuevo.


Las vimos enredarse y apilarse en la esquina junto al fuego. 

Por la mañana


Graciela Iturbide





Vi el suelo y encontré tu pierna
no la levanté dejé que se secará 
dejé que los pájaros de rapiña la picotearan

Cuando llegué a casa no pude dejar de pensar en tu pierna 
regresé a las calles mirando hacia abajo y encontré oro
Al oro lo levanté y no permití que se acercara ningún buitre

Antes de dormir seguí pensando en tu pierna, 
¿por qué la abandonaste afuera de una notaría pública, afuera del palacio nacional, afuera del templo de los afligidos?

La última vez que te vi con las dos piernas, me dijiste que los encorbatados del banco te negaron 
una tarjeta de crédito. ¿Ellos te quitaron la pierna?

Te digo mejor dejé que se la comieran, que sirviera como alimento 
a las lindas aves que alegran mi día cada que abro la ventana por la mañana 


No estoy en el mar


René Magritte


yo vengo aquí a gritar, 
no estoy en un bosque
no estoy en una montaña alejada
no estoy en el calabozo de los locos
no estoy en la casa de tu abuela
no estoy en el circo ni en el teatro
no estoy en el templo
no estoy en el mar

yo vengo aquí a gritar
lo que siempre te digo
lo que nunca te dije
lo que digo ahora

yo vengo aquí a gritar
porque quiero desastre
porque quiero orden
porque quiero silencio
porque quiero aire
porque quiero espacio

yo vengo aquí a gritar
no vengo a cantar
no vengo a rugir
no vengo a gemir
no vengo a balbucear
no vengo a escupir

yo vengo aquí a gritar
lo que todos quieren escuchar
lo que nadie quiere decir
lo que todos olvidaron
lo que nadie esconde

yo vengo aquí a gritar
con los pulmones cerrados
con los ojos dormidos
con la boca palpitando 
con el corazón fermentado
con el hígado enmohecido 


Ondulaciones


Me pregunto sobre esas vueltas que dicen que da la vida. ¿Por qué no sigue una línea recta?

Pasa diciéndonos a dónde ir pero llevándonos a lugares contrarios.
Siento el miedo que tienen todos cuando la incertidumbre llega. Siento el miedo cuando se aproxima cualquier final. Se siente tanto y a la vez nada. Podría pasar el tiempo como un vegetal. Afuera veo cómo se apilan los cadáveres que no ganaron la guerra, cualquier guerra: la del petróleo, la de los papeles verdes, la religiosa, la de las añoranzas, la molecular, la guerra sucia, limpia, fría, caliente .

Pero cada uno tenemos nuestras batallas, nuestras pequeñas y grandes batallas, las que nos aíslan de lo general y  nos llenan de partículas. Cada uno nos preguntamos cosas distintas, cada uno tenemos nuestro territorio marcado, nuestros instintos desatados. Nos inventamos nuestro propio conflicto bélico, fabricamos las armas que llevaremos, no las compramos a nadie, no las vendemos a nadie. Las espadas que hago son para mí y terminarán enterradas en la piel de quien yo decida.


Las líneas rectas son aburridas y los humanos no sabemos medir el tiempo, por eso la vida se mantiene en ondulaciones, precisamente para que no nos mate el aburrimiento y para que nos aniquilen las sorpresas: mientras no estemos armados.

Aviso


Foto: Jeff Wall


Quiero anunciarles que este es un virus y que no lo abran,
si lo hacen tendrán la boca marchita,
la saliva seca.

Es un virus, mejor aléjense y corran lejos porque puede 
expandirse y llegar a su duro cráneo. 

Quiero decirles a todos que ignoren el virus, que no lo abran, 
que no le dejen entrar, porque si lo hacen, seguro se meterá 
en su cama y les jalará las cobijas, desaparecerá poco a poco 
sus encías, succionará sus mejillas.

Hago un aviso en nombre de la catástrofe. 

Enunciamos nuestros virus, 
queremos destruirnos, 
no nos soportamos,
enviamos virus, anunciamos el peligro cuando ya es demasiado tarde.

Quiero avisarles que este es un virus y que no lo abran, 
si lo hacen, la enajenación ocupará el trono del rey. 




Caen las manos

Foto de: Imogen Cunningham


Las gargantas se quedan trabadas
mientras las ramas secas entran por la boca
de un hombre sin espíritu 

¿Qué vine a decir del mundo?
¿Qué vine a decir de lo que veo?
¿Qué vine a decir de lo que pasa aquí?

El hombre grita todas las preguntas anteriores
las grita en medio de un puente movedizo y los caminantes voltean
los caminantes ahora son nadadores en el río

No digas lo que sabes lo que piensas lo que ves
no digas nada sobre las bombas que activaste sobre las balas que lanzaste
sobre las noches heladas sin abrigo
no digas nada de lo que pasa aquí
No queremos escucharte hombre sin espíritu 
eres huesos y lengua 

Gritan los nadadores: eres huesos y lengua

Caen las manos de los victoriosos caen las manos de los pescadores
caen las manos de los hombres sin espíritu caen las manos de los espíritus
caen las manos de los nadadores caen las manos de los caminantes
caen las manos de los desterrados 

Eres huesos y lengua

Fuga de cerebros



Científicos exiliados se fueron del planeta,
cuando se dieron cuenta que no les funcionaban
las cuerdas vocales.

Se las acabaron en su última investigación.
Los científicos sabían que Stephen Hawking,
tenía razón.

Quemaron libros, destruyeron computadoras,
discos duros fueron mutilados, todos con información
prohibida para los mortales.

Quienes nunca han fallecido lo saben porque
han visto desfilar ante sus ojos a miles de hombres
con batas blancas.

La inteligencia artificial, acabará con la raza humana,
dice Hawking y alza la mirada a la pared de fondo.
Rotas habitarán nuestras neuronas.

No ha sido descubierto el planeta de los científicos,
pues no dejaron huella al huir, se llevaron incluso
a la persona que podría descubrirlos.

Hay espacio en este mundo para los que muerden
la lengua del otro, para los que salivan como perros,
para los que se derriten ante el sol.

Pero no hay lugar para roedores exiliados, que usan
su tiempo para buscar la verdad ante el circulo infinito
de incertidumbre, que es la vida.

Los cerebros se dieron a la fuga, dejando una nota
en la que dictan que no regresarán jamás.
En su lugar se quedarán un par de estafadores.

No se preocupen, ellos se van a reproducir
rapidamente, velozmente, ferozmente,
con el objetivo de dirigir con sus uñas, nuestras universidades.