Olvídalo, la palabra que más se repite.


Foto recortada de una revista sobre cine soviético de los años 50 y coloreada con lápices encontrados en una cartuchera. En tamaño real el recorte mide 3 x 5 cm.

Sobre El imperio de lo efímero.

La moda tiene una conexión muy estrecha con el tiempo, el paso de éste es quien la determina y también condiciona su estado efímero, un estado fugaz que abandona el pasado para surgir y manifestarse solamente en el tiempo presente. El desarrollo de la moda así como la producción de la misma está ligada a las características sociales de la época en que es producida. Los sucesos ocurridos en la sociedad son de gran importancia para el desarrollo cultural de los seres humanos, la moda es parte de la cultura, es parte de una colectividad, forma parte de un contexto histórico y toma diversas posturas dentro de los hechos que ocurren en el ámbito cotidiano. La moda es un fenómeno social y como tal está inserta en esa inestabilidad que se presenta en los nuevos acontecimientos, en los nuevos sucesos que van dejando atrás el pasado y construyendo la actualidad.
Giles Lipovetsky en su libro El Imperio de lo efímero realiza un estudio a profundidad de cómo se ha estructurado la moda en las sociedades modernas, lejos de definirla  como una expresión mundana y artificial la considera la causa de mayor autonomía en los pensamientos ya que según el autor es “el agente supremo de la dinámica individualista en sus diversas manifestaciones”.  A pesar de que la moda se caracterice por ser un hecho que se presenta a través de la expresión de similitudes de un conjunto de masas, también es un proceso creativo para cambiar e inventar la propia apariencia.  Lipovetsky realiza un recorrido por la historia de la moda desde la Edad Media hasta la actualidad en donde se observa que la moda está suscrita al pensamiento y la forma de vida de cada época, instaura una ruptura de la tradición y las costumbres para convertirse en elección de cada individuo, con ella se crea un artificialismo moderno en el que los hombres se hacen dueños de su propia existencia.
La moda se rige a través de dos conceptos: lo efímero y la fantasía estética. Es efímera porque no permanece, es fugaz y está siempre en constante cambio. Goza de fantasía estética porque gracias a su existencia los seres humanos podemos adoptar la apariencia que nos plazca. Lipovetsky afirma que “la moda representa la faceta frívola del amor por las apariencias y el espectáculo del hombre, que se presenta en Occidente”.  Este fenómeno social le da pauta al ser humano de llevar a cabo una expresión, una manifestación visual e individual, tanto en la forma de vestir como de pensar. Con ella, los seres humanos tenemos la capacidad de realizar nuestro propio espectáculo. A lo largo de la historia la moda ha cambiado y ha sido modelo de transición, producto mutable en el que recaen innumerables metamorfosis. Cabe resaltar que de la mano de las modas también vienen las “anti-modas” que surgen en los años sesentas a raíz de una ruptura en la forma de pensar y el estilo de vida de la juventud que rompe con los paradigmas tradicionales de la moda de épocas pasadas para lograr así definir un sinfín de estilos que están en conjunto con una ideología: “Con los movimientos hippie, punk, new wave, rasta, ska, skin-head, la moda se desestabilizó y los códigos fueron cuestionados por la joven cultura anticonformista, manifestándose todas las perspectivas en la apariencia indumentaria, pero también en los valores, gustos y comportamiento”. Esto es un ejemplo de cómo la moda va acompañada también de una ideología y un régimen de conducta.  Con estas “anti-modas” ya no se pretende como antes se hacía con la moda, mostrar una aprobación social y hay una preocupación menor por la diferenciación entre individuos con respecto a las apariencias.
Existen algunos cambios en la sociedad que dan un giro a la historia pero también existen otros que se convierten en ideologías a seguir, ¿hasta dónde se ancla la ideología con la moda?, ¿puede ser una ideología tan efímera como la moda? A estos cuestionamientos se les puede dar una respuesta afirmativa ya que la estructura del pensamiento en la mayoría de los casos no permanece estático. Pero, ¿hasta qué punto las convicciones más fuertes llegan a convertirse en moda, en algo pasajero que cambiará con el tiempo? En El imperio de lo efímero Lipovesky escribe “… se cambia de orientación en el pensamiento como se cambia de residencia, de mujer o de coche; los sistemas de representación se han convertido en objetos de consumo y funcionan virtualmente con la lógica de la veleidad y del kleenex”. En ese sentido, podemos notar que  la moda se convierte en una herramienta de la crítica en tanto que es contestataria y reacciona ante los sucesos sociales pero también es efímera, su característica más persistente es  su fugacidad, es pasajera y momentánea, de cierta forma transitoria. A todo esto,  la moda también da pauta a reflexionar hasta qué punto son perecederos nuestros pensamientos y en qué grado éstos se convierten en una prenda de vestir. Nos preguntamos, cómo la moda se transforma en una peculiar forma de manifestación de nuestro individualismo a la vez inserto en la comunidad y lo que encontramos como respuesta es que la moda instalada siempre en el presente, es parte de una dialéctica con el tiempo y con los acontecimientos actuales, una dialéctica del yo con la sociedad. La fugacidad del tiempo llega a ser el principio fundamental por el que se rige la moda. La moda es tan atractiva precisamente porque se desliga de cualquier compromiso ya sea intelectual, político, etc., no está de más decir que eso es lo que deseamos, de vez en cuando, encontrar u obtener.

De Julio a Agosto.

Frecuentemente leo la columna que Fadanelli publica cada lunes en El universal, lo leo porque en la mayoría de los casos me gusta lo que dice y me gusta lo que cita. No siempre lo hago  los lunes, por ejemplo hoy miércoles leí la de esta semana que trata sobre un tema común en esta temporada: las olimpiadas.
A mí también me dan igual esos juegos pero no niego que me puedo entretener viendo algunas competencias por televisión. Pero bueno, a lo que iba es que hace rato leí su columna y me gustó esto que dice:
"Yo definiría el amor como la capacidad de hacer el ridículo ante un ser inventado por nuestra imaginación, de modo que este ser inventado suspire y se conmueva hasta el grado de entregarse a los brazos del ser ridículo que es todo enamorado. Pasar del poema a la saliva, de la melancolía suspirante al encuentro de humores corporales es ya otra cosa".
Me resulta interesante su definición del amor porque a mí me gustaría definirlo de la misma forma, sólo agregando otras palabras en vez de ridículo usaría bochorno, en vez de melancolía usaría vísceras y en vez de suspiros pondría eructos.
Esta semana he notado que ya no tolero como antes a la gente, que me molestan las risas fuera de contexto, que me molesta ir al cine, al teatro y que la gente ría cuando no hay motivo. Pero también esta semana descubrí que las películas de Woody Allen me ponen de buen humor y que podría ver Lost in traslation una y otra vez sin aburrirme y que leí por primera vez una novela de Garcia Ponce. 
No hay mucha novedad, sólo eso.