Pero una ley infalible asegura que cuanto más repudiamos algo, más se aparece en nuestra vida. p.51


-A ver si me entiendes-dijo apagando su cigarro en el suelo del camión-, alguna gente se sorprende de que las plantas crezcan en hidroponias, en laderas sequísimas, o el moho que vive en condiciones inimaginables. ¿Qué me dices de los amores sin un milímetro de futuro?, ¿los que nacen en calabozos, en los cruces de trenes? Yo les llamo amores-hongo y requieren de mucho valor o de mucha estupidez.

El Huésped de Guadalupe Nettel, p. 154.

Aquí todo madura y se descompone con facilidad.

Soy el narrador. El que dicta esta historia simplemente, sé de los pensamientos y de las ideas de otras personas. Sé la historia de esa persona y de aquella otra.
Sé lo que les pasa y lo que ven.

Ella, una fanática de todo y de nada, le gusta saber de muchas cosas, su imaginación le impide estar acorde con la realidad, la imaginación o la pereza, no lo sé muy bien. Sé que le gusta el arte, su pintor favorito René Magritte. Le gusta la literatura, no tiene ningún escritor favorito pero le gusta Raymond Carver, Paul Auster y recientemente lee a Virginia Woolf. Su futuro no es muy claro pero tampoco su presente, su mente está un poco estancada. La veo pasar y sé de ella, de sus pensamientos y su vida porque yo soy un narrador. Tiene un trabajo que no le gusta mucho, de hecho tiene dos trabajos que aunque no los aborrece, tampoco está conforme, ella no está conforme con nada. Le falta algo de motivación o quizá simplemente arriesgarse más. Le gusta escribir pero no lo hace muy seguido, piensa mucho en ello, en las historias que le gustaría escribir en qué decir y cuándo, pero como les decía para ella es difícil notar que un pensamiento no es la realidad tangible y concreta. Por lo que a veces le basta el pensamiento, lo cual le ha traído algunos conflictos existenciales internos con los que batalla algunas veces. Hace varios meses que no escribe un relato y un día de navidad, después de ver demasiadas películas decide sentarse y tratar de escribir en el ordenador. Piensa en muchos temas: en barcos, en escribir alguna historia que tenga que ver con la formación de los planetas, con el clima, con el caos del mundo y hasta en escribir sobre las compras de pánico.
Decidió escribir sobre el tema que menos podría interesarle al mundo (al mundo de los lectores, las editoriales y en general al: mundo), así que se dispuso a escribir un relato sobre sí misma. Un relato de su vida. Hace algún tiempo concluyó con algunas etapas en su vida, se gradúo y terminó una relación. Le daba mucha pena escribir algo sobre su vida, pero a fin de cuentas lo intentó. Escribió sobre ella y sobre ellos (personas que estaban a su alrededor), lo siguiente:

En una tarde de mayo, Teresa portaba un vestido verde y unas mallas cafés, no se había dado cuenta que para esa tarde primaveral había escogido un vestuario similar al de un árbol. Tenía trabajo, mucho trabajo en un festival de cine, se encargaba de organizar unas conferencias sobre un famoso cineasta ruso llamado Andrei Tarvkovsky. En el mundo hay muchas personas que dedican su tiempo a realizar análisis sobre cosas realmente innecesarias, por ejemplo: análisis sobre las películas de este señor. Sin embargo, ella pensaba que había varios seguidores de aquel director y que sería bueno reunir a esa gente para que hablaran de sus aficiones y un tanto de los fetiches que tenían.
Esas conferencias absorbían su tiempo y sólo quería que quedaran perfectas ya que si lo lograba obtendría un puesto en las oficinas de la Cineteca Nacional. Uno de sus pasatiempos preferidos era sin duda ver películas, el cine llenaba un espacio de su vida por lo que deseaba trabajar en la cineteca.
Se encontraba en un momento conflictivo con un chico con el que había salido algunos años. La vida se encargó de terminar con lo que había que terminar, aun así quedaron algunas secuelas que el paso del tiempo poco a poco fue curando. A ella todavía le parece increíble el haber podido dejar de establecer contacto con él, aunque le parecía, faltaba más determinación de su parte.
Pasó su etapa de prueba y finalmente no consiguió el trabajo en la cineteca, siguió con una vida un poco más solitaria y dos trabajos que a pesar de que no eran los que quería le ayudaron a sostenerse un poco y a comprar cosas que le hacían falta.
Transcurrían los días, ella trabajaba y pensaba mucho en su futuro, por un largo tiempo se perdió de su presente precisamente estando atrapada en los pensamientos sobre su futuro. Se estancó en el tiempo. En el verano fue cautivada por un estudiante de cinematografía, salieron un par de veces y conversaron un par de veces también, eso fue suficiente para que ella pusiera demasiada atención en él. A veces solía ser muy fácil de cautivar. No sabía si esa especial atención era su manera de distraerse de sus verdaderas responsabilidades como la de titularse o la de olvidar o la de conseguir un nuevo trabajo.
Se estancó en el tiempo pensando en alguien a quien no veía y a quien no conocía del todo bien como para decir que estaba enamorada (además decir que uno está enamorado es como decir que se tiene diarrea en una junta laboral a la que no se pudo llegar, es mejor guardárselo y decir que se tuvo un contratiempo). Todo era un poco confuso.
Esa autosuspensión del tiempo pasó del verano al invierno hasta que en una película escuchó la siguiente frase: "las personas (hombres o mujeres) se olvidan convirtiéndolas en literatura". Como si esa frase fuera la llave de la puerta del olvido, Teresa estaba dispuesta a escribir un relato sobre ese chico que le hizo de la manera más absurda suspender el tiempo -sabía que quizá lo que escribiría no resultaría ser literatura, pero esos balbuceos le podrían ayudar en algo- y el resultado fue el siguiente:

Llegada la noche, Esteban tomaba una taza de café en la sala de su casa, con la luz apagada y sólo iluminado por una tenue lámpara, pensaba en la muerte y sus implicaciones. El día anterior había visto un documental sobre la muerte de los pingüinos, los cuales eran suicidas y la película "El séptimo sello" en donde la muerte y el ser humano se enfrentan a un duelo de ajedrez. Pensaba en la defunción, particularmente en el día de su descenso, en cómo sería, en dónde a qué día y a qué hora, sería en un hospital, en la calle, en otro país, con su familia o solitario.
En la oscuridad y con esa taza de café pensaba en todas los detalles de su propia muerte, se imaginó la caja en donde estaría y en cómo sería su funeral (si es que tendría uno), quiénes irían, quiénes llorarían, quienes no. Imaginaba a aquella niña a la que obsequió el cadáver de una mariposa el día que se encontraron en el jardín japonés. La imaginaba llegando al funeral con una caja de galletas, la misma que le había regalado cuando iban en sexto de primaria. Llegaría aun siendo una niña a pesar de los años. Pensaba en ella y en sus amigos de la infancia también, esos que no ha vuelto ver desde entonces.
Pasó algunas horas imaginando los detalles de su muerte, pero lo que realmente hacía que le diera más vueltas al asunto fue la realidad, la realidad de saber que nada de lo que imaginaba pasaría, -los seres humanos solemos fantasear demasiado, por eso, la realidad puede ser un tremendo choque-. Sin embargo, la incertidumbre fue algo que le encantó siempre.
Fue la incertidumbre la que lo llevo a encerrarse dentro de sí, era un tipo un tanto solitario, hablaba poco y sólo cuando era necesario. Estaba consiente de que sus circunstancias de vida definían su personalidad, le gustaba reflexionar acerca de las cosas y situaciones que lo rodeaban. Su voz era muy baja, transmitía cierta tranquilidad a quien lo alcanzaba a escuchar. Las personas están acostumbradas a hablar con un tono alto, quieren llegar a los oídos de todos, si por ellos fuera gritarían todo el día. Él no.
Esteban se dedicaba a escribir guiones cinematográficos y a producirlos también, por las noches se sentaba un rato en su sillón favorito que estaba justo en medio de la sala, tomaba café veracruzano y se disponía a pensar por lapsos de tiempo a veces cortos, a veces largos. Tenía una obsesión por pensar en la muerte, le gustaba leer los poemas de Villaurrutia antes de ponerse a escribir. El guion que más había disfrutado hacer era sobre danza Butoh, ese tema llamaba su atención desde tiempo atrás por los fundamentos en los que se construye esta expresión del cuerpo: "la danza hacia la oscuridad" que pretende recobrar el cuerpo desde el vientre materno.
Elaboró una historia que quiso abordar a través de un cortometraje, construyó vestuarios que parecían el cielo muy nublado de alguna ciudad abandonada, dos bailarines profesionales estuvieron presentes con sus movimientos el día de la grabación. Gesticulaciones rígidas, la expresión facial en su máximo esplendor, el cuerpo cubierto de llagas despertando al movimiento lento, las sensaciones tomaban velocidad. Corte.
Después de grabar, su mirada se enfocó en aquella bailarina, su cuerpo tan delgado, su cara un poco demacrada, su cabello tan frágil, sus ojos tan fuertes. Quiso abrazarla pero temía que un sólo abrazo fuera a deshacerla. Tenía bailando Butoh ya casi treinta años, conocía la técnica, el poder de la danza hacia la oscuridad. Nadie como ella para transmitir con sus manos, piernas, vientre, rostro.
Esteban quedó impregnado, la pensaba todo el tiempo, quería volverla a ver. La llamó con el pretexto del cortometraje, le dijo que necesitaría hacerle otras tomas. Ella accedió y cuando estuvo en casa de Esteban los dos se sentaron en su sillón favorito y tomaron café. Platicaron un poco sobre sus vidas, la bailarina tenía cincuenta y tres años recién cumplidos, no tenía esposo ni hijos. Vivía sola en una casa muy grande que había heredado de sus padres, desde niña comenzó a interesarse en la danza, pero no fue sino hasta que viajó a Japón a la edad de 23 años cuando conoció el Butoh y se convirtió en su profesión.
Vivió tres años en ese país del cual siguió recordando los campos de cerezos como una imagen linda que la acompañaba todas las noches antes de irse a dormir. Le contó a Esteban que estaba enferma, le quedaban algunos meses de vida según su doctor particular, ella estaba lista para partir. Sentía nervios pero a la vez tranquilidad, era de esas personas que creían en el destino y en que existía un libro que ya estaba escrito y que ese libro regía su vida, el autor ya había escrito esa enfermedad y nadie la podía borrar.
Esteban no podía dejar de mirarla con afecto, a sus adentros pensó que estaba enamorado, que quería besarla pero que era demasiado pronto. Mientras ella hablaba, él se detuvo en la muerte de nuevo. Él, que siempre se intrigaba en las formas de morir, en pensar en su muerte y en lo mucho que le angustiaba no conocer su futuro, se sorprendió al escuchar a una persona que ya tenía bien claro el lecho de su muerte, el médico le contó uno a uno los días y casi tenía una fecha clara en la que dejaría de existir.
Esteban quería que su muerte tuviera fecha también, quería saber el día preciso de la partida de su bailarina de Butoh. En su adolescencia a Esteban lo acompañó muchas veces una canción de The Smiths llamada "There is a light that never goes out" en la que una frase tenía especial atención en él: “to die by your side is such a heavenly way to die”. Siempre se preguntaba si en realidad alguna vez podría decir esa frase a alguien con toda seguridad, ¿algún día sentiría placer y privilegio de morir al lado de alguna persona?
Como Esteban ocupaba bastante tiempo pensando en su muerte, quiso planearla igual que unos novios recién comprometidos planean su banquete de bodas.
Para esto, necesitaba la ayuda de una sola persona, la bailarina de Butoh.
El tiempo pasó y se fueron conociendo mejor, entre los dos formularon ideas para que el cortometraje quedara mejor, a ella le gustaban tanto las imágenes, su vestuario, sus gestos, quedó satisfecha.
Comenzaban a tenerse confianza, la suficiente para que ella le revelara a Esteban la fecha tentativa de su muerte: 23 de mayo.
Era verano, los dos subieron al auto rumbo al bosque, llegaron a ese lugar recóndito y lleno de árboles, se sentaron a comer panecillos y a beber un poco de vino tinto. A sus 53 años y él a sus 24 sabían perfectamente cómo unir sus labios, cómo acariciar sus cuellos, cómo sujetarse de las manos. Después de comer pasaron la tarde localizando a un árbol que fuera lo suficientemente amorfo para que se convirtiera en su favorito.
Esteban creía que los seres humanos tenían una idea muy simple de lo que era la belleza, sus cánones estéticos le parecían de cierta manera vulgares. Él sabía que era la naturaleza la que tenía la belleza que buscaba, ahí nada era perfecto. Las ramas de los árboles, por ejemplo, no eran nunca iguales, ni estaban parejas ni seguían un sólo camino, eran un sin fin de posibilidades en cuanto a formas, eran un sinfín de posibilidades en cuanto a colores, olores, dimensiones. Para él la belleza era ese cúmulo de posibilidades, esa enredadera sin fin.
Al encontrar el árbol, los dos le hicieron un hueco en donde susurraron su más grande secreto, algo que sólo confesarían a aquel tronco café lleno de hojas verdes. Al terminar de susurrar taparon el hoyo. A los dos les daba tanta curiosidad saber qué habían dicho a ese árbol frondoso pero ninguno dijo nada.
Era de noche, se fueron al auto de nuevo y llegaron a la carretera, la neblina cubría el camino, con la canción de The smiths a todo volumen, cerraron los ojos apretando fuertemente los párpados y sin soltarse las manos, se dejaron caer a un barranco lleno de hermosas rocas de diferentes tonalidades.
Teresa puso fin a su relato, mató a sus dos personajes de la manera más obvia, los mató en un auto. Imaginó la caída al barranco con un soundtrack de fondo, lo imaginó en cámara lenta como si estuviera viendo una película en el cine. Después, se dio cuenta de que esa hipótesis sobre escribir de alguien a quien quieres olvidar para olvidarlo de verdad era totalmente errónea porque le surgieron ganas de escribir más y más acerca de la vida de esa persona que la suspendió en el tiempo. Escribió y escribió en una libreta de pasta color púrpura hasta llenarla, sólo ella leyó los relatos y lo hizo una y otra vez hasta llegar al punto de quemar la libreta en la fogata que hicieron sus primos en una noche de campamento. La lectura de la libreta púrpura se había vuelto una obsesión.
No supo qué más decir sobre Teresa, sabía que contar detalles de su vida no le traería nada bueno, además siempre que escribía pensaba que estaba prediciendo el futuro, le daba miedo diagnosticar enfermedades en sus personajes, que fueran suicidas en potencia, que murieran sus amigos, su familia. Pero tampoco le gustaba escribir acerca de la felicidad, le parecía un tema que no era digno de contarse, tal vez sólo de vivirse si es que era posible.
Yo como narrador he podido observarla y ver cuál es su proceso creativo a la hora de escribir y sé que se pone muy nerviosa y que muchas cosas la distraen, siempre tiene la necesidad de beber un vaso con agua cuando está a punto de culminar una idea y tiene que caminar o moverse un rato para luego sentarse y concluirla. No sé si con esa inconstancia llegue lejos. Necesita más lecturas y un tiempo más largo para escribir.
Uno de sus amigos le obsequió algunas películas que ella disfrutó mucho ver, en especial una llamada “Memorias del subdesarrollo” de Tomás Gutiérrez Alea, esta película es cubana y fue hecha en 1968, está basada en una novela del mismo nombre escrita en el año de 1965 por un escritor cubano llamado Edmundo Desnoes en donde nos cuenta la vida de un burgués que trata de adaptarse a los cambios que trae consigo la Revolución. Ella no leyó la novela sólo ha visto la película y notó que el personaje principal refleja a esas personas que llevan una revolución interior constante, esas personas suelen ser muy observadoras y a través de sus ojos podemos ver los cambios en Cuba, su gente y lo que proyectan.
El personaje principal se la pasa observando y dando sus opiniones sobre lo que ve, nos describe qué es y qué significa el subdesarrollo. Habla de algunas características con las que convive la gente que vive en un país subdesarrollado como él, habla hasta del subdesarrollo de sus sentimientos, habla sobre la incapacidad de relacionar las cosas, para acumular experiencia y desarrollarse. Ella tenía muy claras muchas frases de la película. El protagonista era un ser un poco apático que veía con cinismo y un cierto despotismo a sus paisanos y las personas que gestaban la Revolución, sobre todo se burlaba de la gente de su misma clase, los burgueses que eran como marionetas en un país en donde el socialismo estaba a punto de tomar sus propias riendas. El protagonista creía que todos eran unos ilusos y que no había nada ni nadie que pudiera transformar en otra cosa el subdesarrollo de su país.
Al ver la película ella quedó enamorada del personaje principal, su actitud tan aparentemente indiferente, su apatía, su reflexión tan ácida pero de cierta manera tan verdadera acerca de la situación social. Todo eso y uno de sus tantos amores imposibles por ser un ente de la ficción. Esa película desarrolló varias reflexiones en su interior porque a la vez estaba leyendo “El extranjero” de Albert Camus en donde el protagonista era tan parecido al de la película. Como si alguien se hubiera encargado de extirparles las emociones e inyectado sustancias de resignación. Ella se preguntaba si alguna vez podría llegar a ser como ellos a dejarse llevar con resignación pero con muchos cuestionamientos en su interior. Dejándose que la vida le vaya pisando los pies. Así como Cuba, su país México, seguía en el subdesarrollo por eso se identificó con muchos conceptos y observaciones del filme.
Una de las frases de esa película que más se quedó en su cabeza fue en la que se menciona que las personas en subdesarrollo son incapaces de sostener un sentimiento. Se cuestionó sobre si ella sí era capaz de sostener un sentimiento y sobre cómo era o qué era sostener un sentimiento. Se dio cuenta de que los sentimientos le dan miedo al igual que muchos, se dio cuenta de que su cerebro estaba en subdesarrollo.
Yo como narrador, la observé y escribí sobre ella porque estaba muy aburrido mirando el cielo, me sabía de memoria las formas de las nubes, mi imaginación estaba en su apogeo pero a la vez muy trabada, como si alguien la tuviera amarrada a un árbol, quizá al mismo tronco al que Esteban y la bailarina le contaron su secreto.
Su vida me dejó todavía más aburrido, ser un narrador tiene su precio, uno también se acompleja contando las historias de otros pero hay que renovarse y pensar en el próximo relato a narrar ya que aquí en esto que llamamos mundo, todo madura y se descompone con facilidad.