Adiós a Rusia

¿Se puede decir adiós a un país? no lo creo, porque un país no es una persona, entonces, ¿por qué decir adiós a Rusia? quizá, porque es el país más extenso del mundo y las cúpulas de los templos ortodoxos son impresionantes y hay que decirles adiós. Es bueno nombrar el pasado desde el presente, es bueno recordar para dejar atrás. Es bueno de una vez por todas decir adiós.

Los procesos de despedida a veces son largos, otras veces cortos, algunos seres humanos llevan toda la vida despidiéndose. A mí nunca me han gustado las despedidas, ni las más insignificantes ni las más determinantes y prolongadas. He intentado trabajar en ello y que las despedidas no sean más que una línea que sigue fluyendo, que se sigue extendido, nada se puede quedar estático, ya sabemos que el tiempo en el mundo no es infinito, ya sabemos que no existe el "para siempre", ya sabemos que la vida es incertidumbre y también un frenesí y también una ilusión y todo eso.

¿Se puede decir adiós a Rusia?, ¿se puede exagerar de esa manera? la Federación Rusa tiene fronteras con muchos países: Noruega, Finlandia, Estonia, Letonia, Bielorrusia, Lituania, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Kazajistán, China, Mongolia y Corea del Norte.

Yo estoy lejos y no comparto ni una frontera, ni un ápice de cercanía pero le estoy diciendo adiós, con un parpadeo borro al país más grande del globo, de este planeta, de este mundo. ¿Se puede decir adiós a un país? no lo creo, porque un país no es una persona. ¿Se puede exagerar así?

Ahí estuvimos los dos, viendo una tumba, un mausoleo, caminando por el bosque, me miraste cuando alcé la vista y me asombré por el tamaño de aquellos árboles, recogimos algunas hojas que guardé en mi libro de "Cuentos rusos", el que cargué durante todo el viaje, el que leía en las cafeterías, en esa pequeña casa de pueblo en la que tomamos mucho té. Adiós a los chocolates y a la miel, a las frambuesas, adiós a la complicidad, adiós a la intimidad, adiós a los silencios, a las risas, adiós a las tardes de lectura, adiós a Hegel, adiós a los arrullos nocturnos. Adiós a Rusia.

Adiós a los zares, adiós familia Románov. Caminamos juntos por las calles y había fuego, un fuego que parecía nunca se apagaría, el fuego siempre se acaba, los incendios forestales tienen un principio y un fin. Ya es momento de que los pensamientos vayan hacia otro destino, para entrar al mundo del realismo socialista se piden muchos requisitos.

Tardes de té, tardes de dulces, tardes de caricaturas, tardes de hornear, tardes de amor, tardes de ganar, tardes de perder, tarde de cantar, tardes de no hablar, tardes para nadar, correr, aprender, muchas tardes de caminatas: adiós.

Nosotros somos eso, ¿no? nuestras despedidas y nuestras bienvenidas, las puertas no pueden cerrarse todo el tiempo, tampoco están abiertas siempre. Adiós revolución, adiós a Rusia. Es un alivio que el imperio zarista acabó pero construyó monumentos valiosos, así pasa, las historias terminan, sin embargo los recuerdos valiosos se quedan. El amor es una construcción, que si no tiene buenos cimientos puede ser destruido por el más mínimo temblor y fulminarse al llegar un terremoto. Rusia eres un terremoto, el más intenso y sublime, sí, eres un bello desastre.

De una vez por todas y después de tantas montañas rusas en mi interior digo adiós a Rusia. ¿Se puede decir adiós a un país? no lo creo, porque un país no es una persona. Pero ya, ya estuvo bueno, es tiempo de unificar mis propias repúblicas. Aquí está la cariñosa despedida, aquí se queda y aquí se va: adiós.

 ¿Se puede decir adiós a un país? no lo creo, porque un país no es una persona? en mi corazón, el partido comunista explota. Mis ojos nunca han visto nevar.











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