La post-adolescencia, las viseras, el alivio y la libertad.

Nunca había visto a los volcanes de cerca como lo he estado haciendo en estos días, al tener un paisaje tan esplendoroso a mi alrededor no tendría por qué quejarme de nada. Conservo mis ojos y además de eso conservo la capacidad de asombro que muchos ya perdieron. O quizá que muchos nunca tuvieron.
La nostalgia y esas cosas que te hacen detenerte en los recuerdos, a veces en recuerdos que ni siquiera valen la pena. Como me pasó hace algunos días.
No necesito ese pasado, ya desde hace mucho tiempo he tenido bien claro que no quiero que regrese nunca. Me siento con mucha libertad y esa sensación no la cambio por los años anteriores.
Aquí están mis papilas gustativas, mi tiempo para leer
para escribir, aquí dentro de mi cabeza tengo un montón de conexiones nerviosas que me hacen ser como soy. Me llevo todo lo que necesito a donde quiera que vaya, a donde quiera que regrese.
La vida también se encarga de quitarme a los roedores de encima, de quitarme lo que no trae nada bueno, ni una pizca.
La fortuna.
Hoy brindaría alzando el licor a favor de la fortuna, la que me persigue pero que en algunas ocasiones yo no quiero que me alcance. Hoy me detendré.
Somos seres complejos que a veces sin saber por qué nos aferramos a cosas tan inútiles, tan llenas de basura. También he comprendido que existen "humanos" en el mundo que tienen la cabeza llena de algo peor que la basura y algunas veces su cabeza está también llena de imanes con los cuales atrae a otra gente. Puede que esa otra gente también posea los mismos desperdicios en su cabeza pero puede que existan otras personas que no y que sin embargo, fueron arrastradas por ese imán.
Corran rápido, huyan, sean fuertes y poderosos porque se pueden quedar atrapados.
Corran y escuchen fuerte también.
Todos tenemos las palabras, a ellas nunca las perderemos y tenemos que aprender a escuchar las que de verdad nos sirven. Escuchar.
A ignorar también.
Me ha gustado esta estancia en la que he pasado mucho tiempo conmigo misma.
Tengo la vida para ir más lejos.
Si tuviera un abuelo o mis abuelos en donde quiera que se encuentren me dirían algo que es muy cierto: "De los errores se aprende".
Yo no me vuelvo a equivocar de esa manera tan infame. Pensar más antes de sentir simulacros.
Mente despejada, tengo la vida para ir más lejos.
La vida para ir más lejos.
Como quizá, la última parte de este concierto:

Condenados al destino.

Los iconólatras (los que adoraban las imágenes)
eran gente muy sutil que pretendía representar a Dios para mayor gloria suya, pero
que en realidad, al simular a Dios en las imágenes, disimulaban con ello el problema
de su existencia. Cada imagen era un pretexto para no plantear el problema de la existencia de Dios. Detrás de cada imagen, de hecho, Dios había desaparecido, es decir,el problema de su existencia ya no se planteaba. Este problema queda resuelto por la simulación. Pero podría pensarse que esta también es la estrategia de Dios mismo, la de desaparecer, y desaparecer justamente detrás de las imágenes. Dios aprovecha las imágenes para desaparecer, obedeciendo también a la pulsión de no dejar rastros, y así queda realizada la profecía: vivimos en un mundo de simulación, en un mundo en el que la más alta función del signo es hacer que desaparezca la realidad y a la vez esconder esta desaparición.Eso es lo único que hace hoy el arte y lo único que hacen los medios de comunicación: por ello están condenados a un mismo destino.

Una cita que leí hoy de una conferencia de Jean Baudrillard llamada La ilusión y la desilusión estéticas.