Una ofrenda y una casa con olor a copal

 Hoy es 2 de noviembre y le hice una ofrenda a mi tía Teresita, se fue en julio del año pasado. Yo estaba cocinando lentejas en casa y recibí una llamada de Gaby, lloramos juntas al teléfono, luego yo llamé a Ale y lloramos juntas también. 

Ahora, en estos tiempos complejos, yo pienso más en la muerte y en la finitud pero también pienso en lo bien que se siente despertar, tomar una ducha y un café calientito, acompañada de buena música. Qué bonito es sentir el sol en el cuerpo y las caminatas en los bosques. 

Es de noche y mi casa huele a copal, apagué las veladoras hace unos minutos y escucho boleros suavecitos antes de dormir. 

Qué tiempos tan raros ¿verdad?, salí a correr la semana pasada y una pareja me detuvo para que les tomara una foto, los vi ahí, tan felices... les tomé la foto mientras pensaba que el amor es algo muy lindo, que me gusta ver a la gente enamorada. 

Prefiero recordar cosas bonitas ahora que pienso en mi tía que se fue. Vi una foto de cuando era joven, muy bella, con su cabello larguísimo e imaginé lo que sintió las veces que se enamoró.

¿Qué canciones escuchaba en esos momentos en los que el corazón palpita con más fuerza?

¿Cuáles son las canciones que escucho yo cuando me enamoro?, ¿tendremos alguna en común?

Hace dos años, un día como hoy, leía este poema que seguramente muchos conocen y que seguramente muchos leen un 2 de noviembre por la noche:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Nezahualcóyotl

La soledad es un regalo o la importancia de tener un florero y hacer listas durante la pandemia

La soledad es un regalo

Los primeros días de marzo convencí a mi mamá para que me acompañara a una librería, fuimos las dos solas y en el auto le iba contando que había un libro que tenía muchas ganas de leer, escrito por  una de mis autoras preferidas, "espero que sí lo encontremos, lo edita Sexto piso, luego te lo presto. El primero que leí de ella me gustó bastante", le dije a mi mamá. 

Buscaba "Mirarse de frente" de Vivian Gornick, no estaba en la primera librería a la que fuimos pero lo encontramos en la segunda. Regresamos a casa y lo empecé a leer. 

Por la tarde de ese mismo día fui con mi hermana menor y con mi amiga Marisol a la marcha del 8 de marzo. Marchamos juntas con un pañuelo verde. Unos cuantos días después comenzó el confinamiento. Hoy es 2 de agosto y aún no acaba. Extrañamente vivimos una pandemia y una explosión de sentimientos y emociones nos acompañan a cada momento. O al menos, así me he sentido yo. 

He podido leer poco durante el confinamiento infinito, he tenido otras ocupaciones, pero el primer libro que leí fue el de Gornick, lo leí en la hamaca que el vecino puso en el jardín y como era de esperarse, lo disfruté muchísimo. Su escritura está llena de reflexiones frescas y sabias. 

En uno de sus relatos habla sobre su relación con la soledad, en la que la resistencia y el autodominio van de la mano. He tratado de interiorizar, (¿de sentir?) resistencia y autodominio en estos tiempos complejos. Vivian Gornick me llevó a una frase que subrayé: "Tenía pensamientos que pensar, un arte que aprender, un ser que descubrir. La soledad era un regalo".

Así quería pensar en marzo, "la soledad es un regalo" y me quedé sola en casa, con mis propios pensamientos, con mi tiempo para aprender cosas nuevas y experimentar con el miedo ante la enfermedad (que todos estamos viviendo) y con la libertad que implica la soledad. 

Ha sido interesante saber que puedo arreglar  una ventana de la casa yo sola, cargar los garrafones y las bolsas con despensa, cocinar y trabajar y trabajar y volver a trabajar. Platicar con lxs amigxs, mi familia y sentirme querida para empezar de nuevo cada día. Tocar la jarana, cantar un poquito y dormir tarde, despertar temprano y hacerme un café. Mover mis plantas de lugar. Sentarme a ver la tarde caer. De vez en cuando hacer yoga, de vez en cuando sentirme feliz y de vez en cuando sentirme triste y angustiada al mirar hacia afuera. 

Pero:

La soledad ha sido un regalo. 


La importancia de tener un florero

En uno de esos pocos paseos que di a finales de marzo y principios de abril compré un florero. Pasé por una tienda -la única que estaba abierta esos días en la calle principal de la ciudad- y al ver a la vendedora, una señora de avanzada edad y de convicción firme, no pude resistir y adquirí el florero más bonito de todo el lugar.

Después pensé que era necesario ponerle flores y fui al Barartillo a buscar algunos claveles y lilis. Llegué a casa e instalé el florero al centro de la mesa, se veía tan hermoso con las flores que escogí. Le tomé varias fotos y se las compartí a mis amigxs y a mi mamá. Cada día lo observaba y me animaba pero así como soy -una persona con preocupación crónica- me empecé a angustiar cuando las flores marchitaron. 

Tuve que comprar otras porque no podía dejar el florero vacío por mucho tiempo. Cada fin de semana iba al mercado por comida y por flores, verlas ahí en esa pieza de cerámica, me tranquilizaba, era una señal de que todo iba a estar bien. 

El florero se quedó vacío por un tiempo pues llegó a acompañarme Palmira, mi mejor amiga, las conversaciones en casa fueron un soporte, las risas y el llanto también.  Pude tener el florero vacío quizá por la buena compañía. 

El florero vacío siguió siendo importante, me gustaba verlo al centro de la mesa,  una pieza artesanal única, un objeto que no se enferma. Ningún objeto se enferma, nosotros sí. La semana pasada Irazú me regaló un ramo de flores en un día complicado, el regalo de mi amiga me puso contenta y volvió a darle tranquilidad a mi espacio.

Hacer listas 

Durante estos meses he empezado a hacer listas: "Cosas que me gustan y cosas que no me gustan", "Frutas y verduras para comprar el fin de semana", "Cosas favoritas de Paulina", "Libros favoritos de Paulina", "La diez canciones que más he escuchado estos días", etc. 

Me gustan las listas, antes hacía muchas. Me sirven ahora para conocerme mejor, entenderme un poco más. Hice una lista de las veces que he llorado desde marzo hasta agosto. He contado sólo cinco. La primera fue porque murió un ser querido de la familia y la última fuer ayer, cuando Pal me regaló un dibujo que hizo de un colibrí. 


Continuará... 








Algunos apuntes

   «...al fin estás aquí, te aguardaba desde hace largo tiempo, horas días semanas meses años, sabía que vendrías, volverías a mí, al punto mismo donde nos encontramos, amémonos como posesos, no importa que otros nos miren, calentaremos los huesos de las tumbas, los haremos morir de pura envidia, todo el makbara es nuestro, lo incendiaremos, arderá con nosotros, perecerá, pereceremos, vivos, convulsos, abrasados...»

Juan Goytisolo


Nunca he sido capaz de diferenciar demasiado entre amor y deseo, así que puedo decir que nos tuvimos mucho amor toda la vida.

 La luz difícil, Tomás González 


Para vivir en este mundo
debes poder hacer tres cosas:
amar lo mortal,
sujetarlo a tus huesos
sabiendo que te va la vida en ello
y cuando llegue el momento de dejarlo ir
dejarlo ir. 
Mary Oliver

"Todos hemos caído de unos brazos / y la horrorosa cicatriz acaba / por ser una señal de amor y compañía."
Joan Margarit 

"Instrucciones para vivir una vida: Prestar atención. Asombrarse. Contarlo".
Mary Oliver

La viva historia de un soldado



Porque no encuentro otro sitio desde donde empezar, este texto partirá de mis indagaciones, mis anécdotas y mi forma de entender un tema que ya lleva mucho tiempo alumbrando -cada vez más- los espacios de oscuridad: el feminismo.

Reviso a la distancia –a mis 31 años- eso que nos decían de niñas en la escuela sobre el aborto. Recuerdo, como muchas de ustedes también lo harán, el día que nos pusieron un video mostrando un feto destazado. La criminalización hacia las mujeres y la falta de libertad para decidir sobre su propio cuerpo y elecciones de vida nos fueron dictadas comenzando por nuestra infancia.

En ese momento, en quinto o sexto de primaria, no recuerdo… yo interpreté ese mensaje como querían que lo hiciera y pensaba que las mujeres que abortaban eran malas y no tenían corazón. Ahora pienso todo lo contrario, gracias a un trabajo de muchas feministas que han puesto sobre la mesa el derecho de tomar las riendas de nuestro propio cuerpo. Y nos han hecho saber a muchas mujeres y a la sociedad que hay que aceptar la transformación que implica un embarazo cuando se desea realmente. También nos mostraron que nadie que no quiera pasar por la gestación debe hacerlo.

En la adolescencia pocas veces me cuestioné sobre qué implicaba ser mujer en un contexto como el nuestro –donde la violencia machista cobra 10 muertes diarias, lugar en el que las cifras de mujeres asesinadas se mantienen en vez de disminuir-. He crecido en este país y he tenido ciertos privilegios que muchas otras no: haber tenido acceso a la educación superior y ahora, pese a todas las desigualdades y precariedades laborales –otro tema que convendría considerar- tengo un empleo con qué sostenerme. Sólo esas dos cosas bastan para escribir desde un lugar privilegiado.

El feminismo ha llegado a mí para ser un punto de esperanza en medio de todo el desconcierto que nos acontece, es una idea hermosa en la que creer pero también el propio feminismo me ha llevado a confrontaciones duras con las que aún estoy trabajando –he tenido que repensar y reinventar las formas de relacionarme con el mundo como yo lo conocía, o más bien como me dijeron que era- y esa tarea no ha sido sencilla. Por eso creo en las contradicciones porque el feminismo que yo he vivido o tratado de vivir me ha llevado a “convivir y habitar las contradicciones” como dice Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga, activista y feminista de origen aymara.

Para mí ha sido muy complicado en principio pensar que otras formas de vida y organización son posibles pero cuando me fijo en lo “pequeño”, en lo cotidiano, he encontrado cierto confort, ¿a qué me refiero con lo pequeño, lo cotidiano? A acontecimientos que en muchas ocasiones no ponemos atención: el té de las mañanas, las amigas que te comparten de su comida cuando llegas tarde del trabajo, las amigas que te escuchan cuando estás feliz, cuando estás triste, los baños de sol a media tarde durante el invierno, las hermanas que siguen siendo cómplices, la mamá que da un abrazo, todas las que tenemos en cuenta la importancia de los cuidados y afectos.

En una entrevista que le hacen a Silvia Rivera Cusicanqui habla sobre “los colectivos pequeños y acciones corporales que permitan que existan espacios de libertad”. Ella propone una repolitización de la cotidianidad “ya sea desde la cocina, el trabajo o la huerta”, lo que busca es “articular el trabajo manual con el trabajo intelectual, producir pensamiento a partir de lo cotidiano”.

Justo eso, el detenerme en lo cotidiano, cocinar, plantar, el trabajo en la tierra son aspectos que nos han sido arrebatados y con los que me ha costado conectar. Mucho influye el capitalismo que nos ha quitado tiempo o nos ha hecho concebir el tiempo ligado a la productividad y la ganancia, en vez de la contemplación y la tranquilidad. Observen a su alrededor, todos estamos llenos de ansiedad.

Hablando entonces desde el yo, desde la experiencia propia, puedo decir que mi estado actual de oficinista ha hecho que en muchas ocasiones me olvide de mi propio cuerpo, de ser consciente de mis sentidos, del movimiento, de la importancia de sentir, oler, tocar: levanten la mano a quien le haya pasado lo mismo.

Por eso, lo que escribe y dice Cuisicanqui me ha movido cuando se refiere a que “el cuerpo tiene sus modos de conocimiento y que es necesario reintegrar la mirada al cuerpo” porque eso tan simple, lo he ido perdiendo.

Debo decir que escribo esto poco después de que se diera a conocer la noticia de un feminicidio atroz que nos ha enojado y entristecido a la vez, quizá por eso también escribo un poco a partir del desaliento. Respecto a la violencia, el feminismo de la antropóloga y pensadora Rita Segato me ha llevado –como a muchas de mis amigas- a indagar en sus ideas.

Segato dice que la repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de la crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables para la empresa predadora”. La falta de empatía es una buena arma para destruirlo todo.

Esta pensadora feminista pone en la mesa una discusión profunda en la que todavía nos falta y nos queda mucho por hacer: el aislamiento de los ciudadanos mediante su desensibilización al sufrimiento de los otros.

El feminismo de Rita Segato y del que soy afín propone derribar el “mandato de masculinidad”, lo que traduce como el mandato de dueñidad. En múltiples entrevistas, conferencias, en su concepto de Pedagogías de la crueldad, Rita explica que “la primera víctima del mandato de masculinidad son los mismos hombres, que hay una violencia de género que es intra-género —hoy hablamos de bullying—, y que la violencia contra las mujeres se deriva de la violencia entre hombres… y a la emulación de una modelización de lo masculino encarnada por sus miembros paradigmáticos”.

Ella asegura que la historia de la masculinidad es la historia viva de un soldado. ¿De verdad les gusta ser soldados?

Yo no sé si se podrá, si se logrará derribar dicho mandato pero sé que hay mucha fuerza y unión feminista iluminando largos y desgastados senderos de oscuridad. Tampoco sé si se logrará, si será posible la destrucción de los sistemas políticos y económicos, del capitalismo y del imperialismo como la del patriarcado pero estoy segura de que hay –porque las ha habido siempre- muchas mujeres tejiendo otras formas de relacionarnos, otras formas de encontrar cuidado, protección, afectos… las hay porque las he visto, las he tenido cerca y quiero ser una de ellas.

Por último, me gustaría contar que hoy leí un encabezado de una nota periodística que dice “El feminismo se vuelve el quebradero de cabeza del Gobierno mexicano” y pensé que no sólo del gobierno, sino de las universidades y las instituciones que quieren continuar aplicando modelos arcaicos y desiguales de estructuras jerárquicas, violentas, opresoras y deficientes.

El feminismo está tomando las calles y no dejará de hacerlo. Comparto las ideas de ese feminismo descrito por Rita Segato en el que dice que “nuestros enemigos no son los hombres, sino el orden político patriarcal” y pues para derrocar ese orden político no está de más recordar que a las mujeres nos han quitado tanto que nos han quitado el miedo.


Pd. Sinceramente, yo aún tengo miedo pero estoy trabajando en ello, para que se me quite, para que se nos quite.

29/01/20




Cosas que me gustan: Las mañanas, el aire, el inicio. Tomar baños de sol, los boleros a medio día con una bebida caliente. El tiempo necesario para el pensamiento, los abrigos largos, los vestidos de flores, el orégano, el té verde, el té negro con leche, ver una película mientras abrazo a mi acompañante, los pequeños cuadernos, dormir sola, tampoco me desagrada que alguien esté a mi lado, acomodar libros, Oaxaca, correr en los parques, cuando la gente llora en alguna obra de teatro, el mar, los panteones viejos, las cámaras instantáneas, el vino, los labiales, las pijamas, ir a las librerías los domingos, dormir en casa, el agua caliente, Barcelona, las charlas inesperadas, platicar en el auto con mi madre, los dibujos de mi sobrina, las carcajadas de mi padre, las noches en mi cama escuchando a poetas declamar: Raúl Zurita, Nicanor Parra, mis 31 años, las montañas de Santa Rosa.

Cosas que me desagradan: la música a alto volumen, las calles sucias, el cambio climático, la violencia de las noticias, lavar los trastes, las explicaciones largas, la carne, las mañanas frías, ir al médico, a cualquier médico, el futbol por televisión, que lleguen a casa sin avisar, los alcohólicos, los refrigeradores vacíos, las macetas con plantas secas, mi último exnovio, las autobuses llenos, la falta de sueño, la luz artificial de las oficinas, la luz blanca, los días muy fríos, madrugar, no desayunar, el calentador de gas, las habitaciones oscuras y sin ventanas. 

Tejido de afectos


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Nunca vi tu sombra,
no que yo recuerde.
Pero sí vi tus ojos detrás de unos lentes cuadrados.
Los vi varias veces:
mientras cocinabas, mientras hablabas,
mientras cantabas.
Cuando cumplí 15 años
fui a tu casa y me dijste que
ese mismo día había nacido un canario.
Me enseñaste el cascarón roto.
Un recuerdo que se ha quedado conmigo
hasta ahora: