Guillermo Fadanelli.
Hablando con la verdad cuando se es joven una jamás piensa en la posibilidad de dejar de gustarle a los hombres. Una cree que lo femenino se sobrepondrá con los años y que siempre existirá un hombre capaz de reconocer ese feminidad oculta entre tantas arrugas, opacada por la centellante caída de unos senos obscenos. No es así, en cuanto te precipitas en los cincuenta comienzas también a presentir que el sexo tiene un fin, y lo que es peor, lo que en términos de humanidad resulta absolutamente incorrecto: te enteras de que serás testigo de tu propio derrumbe: ¡Invitada a tu propia muerte!

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