Todos se fueron a las tumbas
para sacar los dientes de oro de los muertos.
Los colgaron en las ramas de los árboles,
no sintieron frío, mucho menos miedo.
Los niños confundían los frutos con los dientes,
pensaron que de todas las ramas colgaban huesos de oro.
La sequía llegó, muchos árboles murieron.
Los habitantes construyeron un cementerio nuevo
y dejaron sangrar sus encías,
antes de descansar en la tierra.
1 comentario:
Arturo Carrera.
Potlatch del tartamudo.
La carta decía: "... tal vez algún día
quieras correr el riesgo: ir a Benarés;
allí, los mentirosos se vuelven tartamudos para siempre.
El diálogo nuestro sería posible".
La llamé por teléfono
e intentaba dejarle un mensaje en
el contestador pero antendió ella. Le dije
confundido: "Por favor, averiguá cuánto cuesta
ese pasaje a Benarés porque yo siempre deseé ser
levemente tartamudo".
Y corté, emocionado.
Una hora después, y siempre por teléfono
me dejó grabado: "No sé cuánto puede costar,
pero seguramente
mucho menos que la felicidad".
(Su voz vacilante se oía tras
una intacta telila
que lejos de amortiguarla
la volvía más diáfana.)
Cortó tal vez sin esperar respuesta.
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