Dormimos en la casa de madera

Man Ray


Cortar cabezas era la opción
que no tomamos, pues en nuestras mochilas 
no había ni una navaja ni un cuchillo. 

Lo que vimos en el suelo fue una espada
sin filo. La abandonamos. 

Sin embargo, 
las cabezas rodaron y llegaron a nuestros pies.
No sabíamos a quiénes pertenecían, 
¿cuáles cuerpos de todos los que habíamos visto,
se las habían desprendido? 

Porque, como ya sabemos, tenemos dos manos
con las que podemos arrancar nuestro cabello y 
cráneo. 

Nos dijeron que podíamos cortar cabezas con 
el hacha que estaba al lado de la chimenea.
Contestamos que no sabíamos acabar con la sangre.
Dormimos en esa casa de madera. 

Cuando despertamos, las cabezas rodaron de nuevo.


Las vimos enredarse y apilarse en la esquina junto al fuego. 

1 comentario:

Anónimo dijo...



Samuel Beckett.

Rumbo a peor.
Frag.

¿Qué si el cráneo se va? Mal que bien se va.
¿En qué entonces agujero negro? ¿De qué entonces?
¿Qué porqué de todo? ¿Mejor peor así? No.
Cráneo mejor peor. Lo que quede de cráneo.
De blandura. El peor porqué de todo todo. Así que el cráneo no se va.
En él todavía agujero. En lo que quede blandura. De lo poco que quede.