28


Un meteroro cayó 
dentro de la casa de mi abuela.

Destruyó sus macetas, las plantas 
se quemaron.

En su cocina explotaron las ollas de barro, 
aparecieron grietas en el suelo. 

Las fotos de sus nietos, 
quedaron en cenizas. 

Su boca estuvo abierta 
al ver todo el desastre.

Bolas de fuego reinaron en sus 
rebozos de colores. 

El ladrillo se desplomó, 
ella dio su declaración al noticiero nocturno. 

Todo se esfumó -dijo- menos mi 
largo cabello teñido de rojo.


(Porque mi abuela nunca se dejó las canas, porque con una feroz valentía se mantuvo en la vida. 28 de febrero, de aquí hasta los días que vienen: inmortal en el recuerdo.)

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